lunes, 23 de marzo de 2009
EDUCACIÓN MUSICAL: ¿SOLUCIÓN PARA LOS PROBLEMAS DE INCOMUNICACIÓN?
Vivimos en un contexto social marcado por la violencia y la negación de los derechos. El culto a la imagen potenciado por visiones de mundo que concentran el desarrollo en aspectos materiales en detrimento del crecimiento espiritual ha provocado la pérdida de la capacidad de escucha de sus sociedades.
Una cultura de rica ascendencia en tradición oral, en la actualidad, ha renunciado a la palabra y a la voz del otro. Nunca la humanidad fue tan cruel y calculadora, reduciéndonos a cifras estadísticas, tan deshumanizadora. La música como otras manifestaciones de la cultura puede devolvernos a nuestra condición de sociedad que escucha, y no para bañarnos en el halago sino para reconocer en el otro su aporte a nuestros propio desarrollo.
La música es obra colectiva y no sabe de raza, sexo, edad y cualquier otro capricho discriminatorio. La educación puede aprovechar esto para dinamizar procesos de inclusión que deriven en interacciones que construyan colectivos más fuertes e integrados. La música construye y fortalece identidades, propone reafirmaciones culturales. Es uno de los pocos lenguajes no violentos y de diálogos interculturales.
Los seres humanos percibimos la realidad con nuestros sentidos, pero privilegiamos el acceso a información por la vista, somos parte de una sociedad visual. La escuela nos ha entrenado a conectarnos con nuestro entorno utilizando la vista. Pero no le ha dedicado ni una sola clase a estimular el sentido del oído. La educación musical puede entrenar el sentido que más estamos necesitando en el contexto nacional.
El desarrollo de la escucha hará de nuestros niños y niñas futuros agentes de cambio y activos ciudadanos críticos de su entorno, para que nuestro futuro nunca más de subordinación por falta de información. Para no volver a bailar “el cholero” festejando el machismo e insultando los esfuerzos por la construcción de una sociedad equitativa, justa. La ausencia de espacios de educación musical o siquiera de reflexión musical nos hace altamente vulnerables a la idiotez. Nuestras radios locales son agencias del monopolio musical que nos pone bajo la misma máscara, del machismo por ejemplo.
La educación formal tendría que habilitar un espacio de diálogo musical, de interacción social basada en sólidos valores de integración, reconocimiento del otro, comunicación, solidaridad y compañerismo. La música nos enseña a encarar los desafíos colectivos, todos persiguiendo el mismo objetivo. Esto le falta a la política, encontrar el objetivo común y abandonar la pose visual.
En Bolivia hay tanta música como culturas existen, urbanas, rurales, étnicas, las de afuera y las de dentro, todas conviviendo bajo el mismo cielo, pero tristemente incomunicadas entre sí. Para aprender del otro debemos encontrar lenguajes no violentos que promuevan nuestra comunicación.
En Bolivia, tenemos instrumentos autóctonos como los diferentes sicus, también apropiamos ajenos como la guitarra y los violines, y construimos instrumentos mestizos como el charango. Nuestra música boliviana sigue naciendo, se inventa y reinventa con cada generación. Es el único oficio en el que las nuevas generaciones no son ni mejores ni peores que las anteriores, sino simplemente diferentes.
Ojalá podamos reconocer esto y defenderlo para que nuestra bolivianidad siga íntegra, como una luna llena sin fragmentos.
Ernesto Guevara Quiroz
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